martes, 7 de febrero de 2012

Pinceladas sobre el comunismo chino

La larga marcha de Mao Tse Tung hacia el poder

Alain Roux. Le Monde diplomatique // EL ATLAS HISTÓRICO // Historia crítica del siglo XX.
La conquista del poder por Mao se desarrolla en tres etapas. La primera se corresponde con la Larga Marcha (15 de octubre de 1934 - octubre de 1935) y con el estallido de la guerra de resistencia contra Japón. Desde agosto de 1927 y la revuelta de Nanchang, los comunistas se sublevan contra los nacionalistas y constituyen varias bases revolucionarias. La más importante se encuentra en las montañas del sur de Jiangxi, donde se formó el gobierno soviético chino presidido por Mao Tse Tung en 1931.
Tras haber resistido a cuatro campañas de exterminio lanzadas por Chiang Kai-shek y el Kuomintang, los comunistas de Jiangxi evitan con dificultad ser abatidos por un quinto ataque en octubre de 1934 y fuerzan con éxito el bloqueo nacionalista. Un año más tarde, al término de una larga marcha de 12 000 km, tan sólo 7 000 supervivientes (de los 100 000 hombres con los que contaba inicialmente el Ejército Rojo) logran encontrar refugio en un pequeño soviet del norte: Shaanxi.

En enero de 1935, los jefes militares comunistas designan provisionalmente a Mao como número uno de este curioso partido nómada. Tras haber sido apartado de la dirección de PCCh desde agosto de 1932 por los ‘internacionalistas’, no se le puede imputar la responsabilidad de la derrota de la República soviética de Jiangxi y se le considera un líder creíble.
En diciembre de 1936, varios generales del Kuomintang secuestran a Chiang Kai-shek. A petición de Stalin, Mao interviene para liberarlo y los antiguos enemigos aceptan formar un frente unido contra Japón.
El 6 de noviembre de 1938, la promoción de Mao como jefe de PCCh es aceptada definitivamente  por el VI Pleno del Comité Central. Se lee un mensaje de aprobación de Stalin, que prefiere a un dirigente que no le guste pero que cuente con fuerzas importantes, que a Wang Ming, que regresaba de su refugio en Moscú.

La segunda etapa de la ascensión es la guerra chino-japonesa (7 de julio 1937 – 15 de agosto de 1945). El grueso de las ofensivas recibe el apoyo  de los ejércitos nacionalistas, a los que se han integrado formalmente las fuerzas comunistas. Mao procura que sus tropas se atengan a una guerra de guerrillas. Una estrategia reafirmada por la de los japoneses, que terminan por controlar sólo las ciudades y abandonan los pueblos (de donde han huido los dirigentes nacionalistas) en manos de los comunistas. Éstos crean entonces una alianza desigual con el campesinado del norte de China, al emprender una moderada reforma agraria. En 1945, mientras al PCCh celebra su VII congreso, el poder rojo se extiende sobre un territorio de 950 000 km2, habitado por 96 millones de personas.
Entre 1942 y 1945, Mao emprende un ‘movimiento de rectificación del modo de trabajo del Partido’ (zheng-feng), que apunta a unificar el PCCh en torno a su ‘pensamiento’, presentado como una adaptación de los valores ‘universales’ del marxismo-leninismo a las realidades chinas. El resultado de esta campaña, en ocasiones muy difícil, es el afianzamiento de Mao como líder todopoderoso en 1945: obtiene el derecho de veto sobre todas las decisiones del PCCh. A partir de ese momento, su ‘pensamiento’ que queda recogido, al mismo nivel que el de Marx, Engels, Lenin y Stalin, como uno de los fundamentos de la línea del Partido. Mao comienza a ser objeto de culto entre los campesinos.
Finalmente, la tercera y última etapa corresponde a la guerra civil que enfrenta a comunistas y a nacionalistas chinos entre mayo de 1945 y octubre de 1949. La relación de fuerzas es inicialmente favorable al kuomintang, que se impone en los combates hasta el otoño de 1947. Sin embargo, en el invierno de 1948, la derrota del partido nacionalista es absoluta e irrevocable. La elección de Chiang Kai-shek de Manchuria como campo de combate resulta ser un grave error: las tropas comunistas, comandadas por Lin Piao, reciben una ayuda discreta pero decisiva por parte del Ejército Rojo soviético. Por el contrario, el apoyo estadounidense a los nacionalistas favorece una propaganda comunista que los define como ‘sirvientes del imperialismo’ en el seno de una población que se siente humillada desde las ‘guerras del opio’.
El restablecimiento en las zonas rurales del antiguo orden ‘feudal’ por parte de los ejércitos nacionalistas (victoriosos durante un tiempo) contrasta con la reforma agraria realizada por los comunistas  y contribuye en mayor medida al aislamiento del Kuomintang, que ya se enfrentaba en las ciudades a una violenta oposición de las víctimas de la galopante inflación: proletarios, empleados y estudiantes. Los intelectuales, sin demasiada ilusión por los comunistas, son considerados más bien como un mal menor.
Se podría decir que fueron los ejércitos, y no las clases, los que protagonizaron la revolución china. No obstante, sin la infantería proporcionada por los campesinos, Mao no hubiera podido ganar la guerra.

¿Algún film?
Balzac y la joven costurera china
A principios de los 70, mientras China sigue estando bajo el yugo de la Revolución Cultural, Luo y Ma, hijos de intelectuales considerados por el aparato del partoio como 'enemigos del pueblo', son enviados para su reeducación a una región perdida de los confines del Tibet. Un día, conocen al anciano sastre y a su encantadora nieta. Luo se enamora perdidamente de la joven costurera y decide educarla contándole historias inspiradas en los melodramas chinos y en la películas norcoreanas. Luo y Ma se hacen rápidamente con una reputación de narradores eméritos, hasta que la materia prima de sus relatos comienza a escasear. La joven costurera confiesa que un tercer joven, el Gafotas, hijo de un escritor y una poetisa de bastante renombre, esconde debajo de la cama, una maleta llena de novelas extranjeras.
La joven costurera, Luo y Ma deciden robar la maleta, escondite de una literatura eminentemente subersiva y, evidentemente, prohibida. El descubrimiento tendrán que guardarlo en el más absoluto de los secretos.

El último bailarín de Mao
En pleno caos de la Revolución Cultural China, Li Cunxin tiene que dejar a los suyos, una familia de campesinos, para embarcarse en un asombroso viaje que acabó encaminándole hacia la libertad y el triunfo personal. La película nos relata cómo Li supera la adversidad, y descubre sus habilidades naturales y su gran talento como bailarín clásico. Para ello, no sólo tuvo que lidiar con sus propias limitaciones físicas, sino también con el castigo que le impuso el desconfiado gobierno chino tras su deserción a Estados Unidos.


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