martes, 7 de febrero de 2012

Cuando una imagen sí vale más que mil palabras

La masacre de Tiananmen

OBSERVADORGLOBAL.COM / Alejo Moñino / 04.06.2009


La noche del 4 de junio de 1989 el gobierno chino puso punto final a una serie de manifestaciones que ponían en riesgo su continuidad. La plaza Tiananmen fue el escenario de una carnicería. Jamás se supo la cifra exacta de muertos y a 20 años el gobierno sigue minimizando los hechos. La detención de un soldado arrepentido que dio detalles de la masacre reaviva el debate.

A mediados de abril de 1989, algunos estudiantes chinos críticos del gobierno comenzaron a concentrarse en la plaza de Tiananmen, en Beijing. En pocas semanas, comenzaron a llegar más estudiantes, a los que se sumaron trabajadores. Los manifestantes creían que el gobierno comunista chino era demasiado opresivo y protestaban espontáneamente. Con el paso de los días el número de manifestantes crecía y se extendía en sus demandas, exigiendo al gobierno la implementación de un sistema político más abierto y el fin de la corrupción.

El gobierno comenzó a pedir la disolución de las protestas, generando mayor confluencia de manifestantes en la plaza y provocando diferencias en el seno del Partido Comunista acerca de cómo proceder. El ala dura se impuso logrando que se decretara la ley marcial: las protestas no podían seguir creciendo. El gobierno estaba en juego.

Las tropas del Ejército se movilizaron para disolver la protesta. Los estudiantes se opusieron a que las tropas se acercaran demasiado. Un joven desafió a uno de los tanques obligándolo a retroceder. Su imagen, captada por Jeff Widener, un miembro de Associated Press, dio la vuelta al mundo.

En 40 años de comunismo, la plaza de Tianamnen jamás había protagonizado una protesta tan multitudinaria. Cuando los manifestantes llegaron a un millón de personas, el gobierno decidió no esperar más, y la represión estalló. Durante la noche del 3 de junio los tanques se abalanzaron sobre la gente, y los efectivos del Ejército comenzaron a disparar sin previo aviso. Cientos de manifestantes, tal vez miles fueron asesinados.


Comenzamos a evacuar la plaza cuando vimos una hilera de tanques que avanzaba hacia nosotros. Uno de los tanques aplastó a 11 estudiantes. Eso lo vi con mis propios ojos, recuerda Zhang Boli, un ex líder estudiantil. El momento que nunca olvidaré es cuando escuché los primeros disparos. Recuerdo que miré al cielo y vi la trayectoria de las balas. Nos estaban disparando con balas de plomo, rememora Han Dong Fan, un ex estudiante que no puede borrar de su cabeza las imágenes de aquella noche trágica.

El gobierno jamás difundió las cifras oficiales de muertos. Diversos organismos hablaron de entre 400 y 2600 pero las autoridades dijeron que nadie había muerto en la plaza. La hipócrita declaración tuvo algo de verdad: la mayoría de los estudiantes cayeron asesinados en las calles aledañas, alcanzados por las balas policiales y militares mientras escapaban.

El miedo ganó las calles de la capital durante los días siguientes. Miles de estudiantes y activistas fueron detenidos, otros escaparon y se exiliaron en otros países.

Dos décadas después de la masacre, el gobierno chino sigue pensando que ese día se actuó en el marco de la ley y se frenó a un movimiento contra revolucionario que atentaba contra el gobierno y el Partido Comunista. Las autoridades consideran que si el movimiento estudiantil hubiese triunfado, China se encontraría sumida en el caos y sería el mendigo de la comunidad internacional. Nosotros no buscábamos ese final. Éramos patriotas que queríamos saber todo lo que nos contaban de Occidente: la democracia, la libertad, otros métodos de gobierno, asegura Zhang Boli desde el exilio.

Amnistía Internacional y las Madres de Tiananmen, un grupo que nuclea a los familiares de víctimas de la represión, exigen la apertura de una investigación judicial independiente y la rehabilitación del movimiento estudiantil.


Un opositor exiliado, famoso porque desafió en público a uno de los líderes chinos hace 20 años, no pudo regresar al país para confrontar al gobierno acerca de lo que llamó la masacre del 4 de junio.

Policías uniformados y de civil montaron guardia en la enorme plaza de Tiananmen y los periodistas extranjeros no pudieron llegar al lugar. Agentes de seguridad, que verificaban pasaportes, también impidieron que fotógrafos y camarógrafos de TV extranjeros entraran a la plaza para grabar el izamiento de la bandera china, que se hace todos los días al amanecer.

Las medidas extraordinarias de seguridad llegaron luego de que censores del gobierno cerraron el acceso a redes sociales y sitios de publicación de imágenes en Internet, como Twitter y Flickr, y suspendieron las transmisiones de canales de noticias extranjeros como CNN cada vez que mostraban historias sobre Tiananmén. Los disidentes conocidos fueron obligados a quedarse en casa o a dejar Beijing, como parte de los esfuerzos del gobierno para evitar debates en internet o actos conmemorativos organizados.

Fue en Hong Kong donde decenas de miles de estudiantes de diferentes universidades de la ex colonia británica recordaron la masacre en una vigilia de luz.



La mascare de Tiananmen es un tema tabú para la sociedad china, que hoy está más preocupada por su progreso económico, que por la revisión de su pasado cercano. En el país no se consiguen las imágenes de la matanza y la mayoría de los estudiantes actuales no saben lo que ocurrió hace algunos años en la plaza por la que transitan todos los días.

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