viernes, 17 de febrero de 2012

El mundo imperialista previo a la Gran Guerra


Cuando Europa dominaba el mundo y sus riquezas
Philip Golub. Le Monde diplomatique // EL ATLAS HISTÓRICO // Historia crítica del siglo XX.

El primer acto de la mundialización tiene como escenario Europa, que impone al resto del planeta una nueva división internacional del trabajo. Pero esta ‘primera mundialización’ se desmorona en 1914 debido a las rivalidades entre las potencias imperiales.

En el siglo XIX, Europa Occidental se convierte, a consecuencia de un doble movimiento de expansión económica y colonial, en el centro de gravedad de un nuevo orden mundial no igualitario. El sistema mundial, en otros tiempos policéntrico y no jerarquizado, compuesto por ‘economías-mundo’ relativamente autónomas (Imperio Otomano, Europa, China...), se metamorfosea bajo el efecto de la revolución industrial, así  como por la concentración de poder y riqueza de Occidente.


La expansión económica y territorial de Europa Occidental se beneficia de una dinámica de conjunto. Estas dos dimensiones de alcance mundial se conjugan para crear una nueva estructura vertical de las relaciones internacionales, caracterizada por la división entre, por un lado, los ‘centros’ occidentales dominantes y, por el otro, las ‘periferias’ coloniales dominadas.

A través de una “serie casi incesante de guerras abiertas” (Karl Polanyi), una parte cada vez más importante del mundo se incorpora en el transcurso del siglo a las redes de producción y de intercambios internacionalizados de los imperios coloniales. Con tan sólo 27 millones en 1750, el número de ‘subalternos’ que se encuentran bajo la dominación directa de Europa se dispara: 205 millones en 1880 y 554 millones en 1913. A las poblaciones de los imperios formales, territorializados, hay que añadir las de los países nominalmente independientes, pero sometidos a los sistemas coercitivos del control a distancia y a las disciplinas imperiales informales. De este modo, en los albores del siglo XX, cerca de la mitad de la población mundial se encuentra, de facto o de iure, inmersa a la fuerza en una división internacional del trabajo que únicamente responde a las necesidades de los nuevos países industrializados.

Londres controla el sistema. Si bien Marx, en 1848, puede hablar con toda razón de una nueva “interdependencia universal de las naciones”, ésta es asimétrica. Los centros occidentales son “el punto de partida y de llegada de tráficos de larga distancia” y de industrias rentables (Fernand Braudel). Éstos concentran la riqueza, el saber y los conocimientos técnicos, al inhibir su eclosión en otros lugares: el ‘pacto colonial’ prohíbe la industria en las Colonias. Gran Bretaña es la figura dominante en este sistema. El país más ‘desarrollado’ en el plano industrial y técnico hasta los años 1890 domina en ese momento los mares y los flujos. En 1913, su imperio territorial se extiende desde el Pacífico hasta el Atlántico, pasando por el sudeste asiático, África y Oriente Próximo, y engloba a una cuarta parte de la población mundial.

Pero por encima del imperio formal se encuentra un imperio informal todavía más vasto. Londres, centro neurálgico del sistema de intercambios internacionalizado y centrado en Europa, se encuentra en el corazón de las finanzas mundiales, de los intercambios comerciales y de las inversiones internacionales. El economista John Maynard Keynes escribe antes de 1914: “un londinense podía, mientras se tomaba un té matutino, encargar por teléfono productos variados de cualquier parte de la Tierra en la cantidad gustase; invertir sus bienes en los recursos naturales y en las nuevas empresas de cualquier parte del mundo; enviar a su criado al banco más próximo para proveerse de los metales preciosos que le pareciese conveniente; viajar a tierras extranjeras, sin conocer nada de su religión, su lengua o sus costumbres, tan sólo llevando encima riqueza en forma de dinero”. Aunque no todos los londinenses pueden permitirse un criado, esta famosa frase, extraída de su libro Las consecuencias económicas de la paz, es una buena descripción, desde el punto de vista de los privilegiados, de lo que fue la “primera mundialización”.


Proceso que, como ya sabemos, termina brutalmente en 1914. La conjugación del nacionalismo y del militarismo asesta un golpe fatal al orden europeo del siglo XIX. La guerra pone de manifiesto la contradicción  entre las lógicas nacionales de poder y de expansión y la lógica, transnacional, del capitalismo. Sacude a los imperios europeos, sin llegar a derribarlos. Estimula, tal como ha reconocido el conservador británico lord Curzon, un ‘increíble desarrollo’ de las ideas y de las aspiraciones anticoloniales. Abre el camino a la revolución bolchevique en Rusia. Y por último, al destrozar Europa, acelera bruscamente el desplazamiento del centro (proceso que ya se ha iniciado en el seno del mundo occidental) de Europa hacia Estados Unidos.


jueves, 16 de febrero de 2012

Consecuencias de la Gran Guerra

La caída de los imperios transforma el (viejo) mundo

Georges Corm. Le Monde diplomatique // EL ATLAS HISTÓRICO // Historia crítica del siglo XX.
La onda de choque provocada por la Primera Guerra Mundial condujo en 1919 a la caída de dos fuerzas que reinaban en el Mediterráneo oriental desde el fin del Imperio bizantino: el Imperio otomano y el Imperio de los Habsburgo. Las repercusiones de este cataclismo, que más adelante se borrará de la memoria, se pudieron sentir durante todo el siglo, desde Sarajevo en Bosnia hasta Haifa en Palestina.

El Tratado de Versalles, que puso fin a la Primera Guerra Mundial en 1919, tan sólo hizo desaparecer el Imperio alemán y el Imperio ruso. El imperio otomano, que en otro tiempo había dominado la mayor parte del Mediterráneo oriental (hasta Croacia) y las provincias árabes del Norte de África (salvo Marruecos), se reducía a la meseta anatolia con sus frentes marítimos. Y en cuanto al Imperio austro-húngaro, se fragmentó con el nacimiento de Austria, Hungría, Checoslovaquia y el reino de los Serbios, Croatas y Eslovenos (la futura Yugoslavia).


La principal causa del hundimiento de estos dos imperios fue la exportación del virus de los nacionalismos europeos hacia los Balcanes, la meseta anatolia y el conjunto siro-mesopotámico. En todas estas regiones, poblaciones con diferentes características religiosas, étnicas o lingüísticas habían convivido en una gran heterogeneidad desde épocas muy antiguas. La atracción ejercida por el modelo político del Estado-nación en Europa, así como las rivalidades europeas en la competición por la expansión colonial hacia el este y sur de la cuenca mediterránea -inaugurada por la expedición de Bonaparte en 1798 a Egipto y Palestina- hicieron tambalear la situación durante todo el siglo XIX. Las promesas de las potencias europeas a las diversas comunidades religiosas o étnicas, convertidas en “clientes” suyos a través de una densa red de diplomáticos, misioneros e instituciones educativas moderadas, dieron lugar a fuertes corrientes secesionistas que cuestionaban la cohesión de los imperios otomano y austrohúngaro. Estas comunidades experimentarán una gran politización, fomentada por las presiones de los grandes Estados europeos sobre los dos imperios para democratizar su gestión y otorgar derechos a sus “minorías”.

Hasta ese momento, las querellas y la violencia locales se debían generalmente a los problemas de distribución de los recursos escasos, como el agua y la tierra en la zona rural, o a la competencia comercial y económica en la zona urbana. Por otro lazo, las élites de muchas de esas comunidades contribuían a la gestión de los dos imperios: griegos, bosnios y armenios participaban en la administración del Imperio otomano; húngaros y croatas en la del Imperio austro-húngaro.

Frente al crecimiento de los nacionalismos étnicos o religiosos, la reacción turca fue doble. Por una parte, los sultanes –en especial Abdul Hamid II- hicieron uso de la solidaridad panislámica frente a las empresas coloniales europeas; por otra parte, los jóvenes oficiales turcos apelaron al panturanismo, es decir, a la creencia en la superioridad  de la raza tura sobre todos los demás componentes del imperio, elemento que se convertiría en el centro de su ideología.


Por todo ello, no es de extrañar que el final de la Primera Guerra Mundial comportarse en el Mediterráneo oriental diversas masacres y desplazamientos forzosos de población (entre griegos y turcos, armenios y turcos, kurdos y armenios, kurdos y turcos, búlgaros ortodoxos y turcos) en los cuales millones de personas murieron o vieron cómo se arruinaba su vida. Por otro lado, tras el reparto de Oriente Próximo entre París y Londres (Acuerdo Sykes-Picot, 1916), Palestina queda en 1922 bajo mandato del Reino Unido. Éste había prometido, mediante la famosa Declaración de Lord Balfour de 1917, crear allí un “hogar nacional” nacional judío; promesa que ya anunciaba la futura expoliación de la población palestina. Este compromiso contradecía las promesas realizadas por los dirigentes británicos a los árabes de constituir, tras la victoria, un reino árabe unificado que abarcaría el Hiyaz, Siria, el Líbano, Palestina y Mesopotamia.

La importancia de las ideologías en la escritura de la historia contemporánea es tal que la caída de los imperios otomano y austro-húngaro se ha borrado de la memoria, a pesar de las convulsiones que siguen sacudiendo esta parte estratégica de Oriente Próximo.

Prueba de ello son la sangrienta desintegración de Yugoslavia, acaecida setenta años después de su creación, así como la persistencia del sufrimiento diario del pueblo palestino, sin olvidar la división, afortunadamente pacífica, de Checoslovaquia en 1992.


martes, 7 de febrero de 2012

Cuando una imagen sí vale más que mil palabras

La masacre de Tiananmen

OBSERVADORGLOBAL.COM / Alejo Moñino / 04.06.2009


La noche del 4 de junio de 1989 el gobierno chino puso punto final a una serie de manifestaciones que ponían en riesgo su continuidad. La plaza Tiananmen fue el escenario de una carnicería. Jamás se supo la cifra exacta de muertos y a 20 años el gobierno sigue minimizando los hechos. La detención de un soldado arrepentido que dio detalles de la masacre reaviva el debate.

A mediados de abril de 1989, algunos estudiantes chinos críticos del gobierno comenzaron a concentrarse en la plaza de Tiananmen, en Beijing. En pocas semanas, comenzaron a llegar más estudiantes, a los que se sumaron trabajadores. Los manifestantes creían que el gobierno comunista chino era demasiado opresivo y protestaban espontáneamente. Con el paso de los días el número de manifestantes crecía y se extendía en sus demandas, exigiendo al gobierno la implementación de un sistema político más abierto y el fin de la corrupción.

El gobierno comenzó a pedir la disolución de las protestas, generando mayor confluencia de manifestantes en la plaza y provocando diferencias en el seno del Partido Comunista acerca de cómo proceder. El ala dura se impuso logrando que se decretara la ley marcial: las protestas no podían seguir creciendo. El gobierno estaba en juego.

Las tropas del Ejército se movilizaron para disolver la protesta. Los estudiantes se opusieron a que las tropas se acercaran demasiado. Un joven desafió a uno de los tanques obligándolo a retroceder. Su imagen, captada por Jeff Widener, un miembro de Associated Press, dio la vuelta al mundo.

En 40 años de comunismo, la plaza de Tianamnen jamás había protagonizado una protesta tan multitudinaria. Cuando los manifestantes llegaron a un millón de personas, el gobierno decidió no esperar más, y la represión estalló. Durante la noche del 3 de junio los tanques se abalanzaron sobre la gente, y los efectivos del Ejército comenzaron a disparar sin previo aviso. Cientos de manifestantes, tal vez miles fueron asesinados.


Comenzamos a evacuar la plaza cuando vimos una hilera de tanques que avanzaba hacia nosotros. Uno de los tanques aplastó a 11 estudiantes. Eso lo vi con mis propios ojos, recuerda Zhang Boli, un ex líder estudiantil. El momento que nunca olvidaré es cuando escuché los primeros disparos. Recuerdo que miré al cielo y vi la trayectoria de las balas. Nos estaban disparando con balas de plomo, rememora Han Dong Fan, un ex estudiante que no puede borrar de su cabeza las imágenes de aquella noche trágica.

El gobierno jamás difundió las cifras oficiales de muertos. Diversos organismos hablaron de entre 400 y 2600 pero las autoridades dijeron que nadie había muerto en la plaza. La hipócrita declaración tuvo algo de verdad: la mayoría de los estudiantes cayeron asesinados en las calles aledañas, alcanzados por las balas policiales y militares mientras escapaban.

El miedo ganó las calles de la capital durante los días siguientes. Miles de estudiantes y activistas fueron detenidos, otros escaparon y se exiliaron en otros países.

Dos décadas después de la masacre, el gobierno chino sigue pensando que ese día se actuó en el marco de la ley y se frenó a un movimiento contra revolucionario que atentaba contra el gobierno y el Partido Comunista. Las autoridades consideran que si el movimiento estudiantil hubiese triunfado, China se encontraría sumida en el caos y sería el mendigo de la comunidad internacional. Nosotros no buscábamos ese final. Éramos patriotas que queríamos saber todo lo que nos contaban de Occidente: la democracia, la libertad, otros métodos de gobierno, asegura Zhang Boli desde el exilio.

Amnistía Internacional y las Madres de Tiananmen, un grupo que nuclea a los familiares de víctimas de la represión, exigen la apertura de una investigación judicial independiente y la rehabilitación del movimiento estudiantil.


Un opositor exiliado, famoso porque desafió en público a uno de los líderes chinos hace 20 años, no pudo regresar al país para confrontar al gobierno acerca de lo que llamó la masacre del 4 de junio.

Policías uniformados y de civil montaron guardia en la enorme plaza de Tiananmen y los periodistas extranjeros no pudieron llegar al lugar. Agentes de seguridad, que verificaban pasaportes, también impidieron que fotógrafos y camarógrafos de TV extranjeros entraran a la plaza para grabar el izamiento de la bandera china, que se hace todos los días al amanecer.

Las medidas extraordinarias de seguridad llegaron luego de que censores del gobierno cerraron el acceso a redes sociales y sitios de publicación de imágenes en Internet, como Twitter y Flickr, y suspendieron las transmisiones de canales de noticias extranjeros como CNN cada vez que mostraban historias sobre Tiananmén. Los disidentes conocidos fueron obligados a quedarse en casa o a dejar Beijing, como parte de los esfuerzos del gobierno para evitar debates en internet o actos conmemorativos organizados.

Fue en Hong Kong donde decenas de miles de estudiantes de diferentes universidades de la ex colonia británica recordaron la masacre en una vigilia de luz.



La mascare de Tiananmen es un tema tabú para la sociedad china, que hoy está más preocupada por su progreso económico, que por la revisión de su pasado cercano. En el país no se consiguen las imágenes de la matanza y la mayoría de los estudiantes actuales no saben lo que ocurrió hace algunos años en la plaza por la que transitan todos los días.

La sombra invisible del partido


China aparta a Hollywood para que no haga la competencia a su nueva película de propaganda comunista

PÚBLICO / DAVID BRUNA / 04.06.2011

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En China nadie duda de que la película La fundación de un partido, megaproducción de corte épico en la que se narra la creación del Partido Comunista Chino (PCC), será todo un éxito de taquilla. Y no por el reparto de actores, que incluye a lo más granado del panorama cinematográfico nacional (como el hongkonés Chow Yun-fat), ni por los siete millones de euros que ha costado producirla. Será un exitazo porque Pekín ha ordenado que desde el 15 de junio, día de la premiere, hasta finales del mes de julio, no se proyecte ningún otro filme capaz de hacerle sombra.

"Las salas de cine confían en que esta película marque un nuevo récord de taquilla, ya que todos los éxitos de Hollywood han sido aplazados”, reconoció Gao Jun, subdirector de la New Film Association. El objetivo es alcanzar los 80 millones de euros en recaudación, un objetivo factible si se tiene en cuenta que el tradicional bombardeo veraniego de películas comerciales americanas, como las de este año, Transformers 3 y Cars 2, no tendrán espacio en China hasta que la hagiografía del Partido Comunista haya sido bien amortizada.
La película es la punta de lanza de la intensísima campaña de propaganda que el gobierno chino está llevando a cabo para conmemorar el 90º aniversario del PCC, el próximo 1 de julio. El régimen quedó tan encantado con La fundación de una República, cinta estrenada en 2009 para celebrar los 60 años de gobierno comunista en el país, que volvió a encargar a los directores Han Sanping y Huang Jianxin un proyecto de características similares, un filme que supurase patriotismo y propaganda comunista a lágrima viva y glorificase tanto al PCC como a todos sus símbolos, muy especialmente, cómo no, a Mao Zedong, de quien la sinopsis dice que “lo dio todo por su país en tiempos turbulentos”.
La cinta transita los años previos a la fundación del PCC, desde 1911 hasta su creación en Shanghai en 1921, y ha sido rodada en París, Moscú y China. Pero reconstruir la Historia para amoldarla al gusto de cientos de personas entre gobierno, censores, familiares de viejos ídolos revolucionarios, historiadores y críticos de cine no es tarea fácil. Por eso, ni los actores saben si alguna de sus escenas será finalmente eliminada de la cinta para preservar la pureza de la historia y la alta moral de los héroes fundadores. "Hasta la fecha se han borrado las escenas de docenas de actores y actrices. Nadie sabe quién se salvará y quién será condenado hasta que la película llegue a las pantallas", expresó Jiang Defu, portavoz de la China Film Group Corporation, a la agencia AssociatedPress.
Quien ya sabe seguro que no saldrá en la película es la hongkonesa Tang Wei, que saltó a la fama por su papel en Deseo, peligro, del director Ang Lee. Tang interpretaba esta vez a Tao Yi, una revolucionaria de la que Mao Zedong cayó enamorado en sus años mozos y que terminaría siendo su primera amante. Según varias páginas web de cine chinas, sería el propio nieto de Mao (Mao Xinyu) quien se habría negado a que Tang Wei ejerciera de amante de su abuelo. Al parecer, el nieto consideró que la actriz, célebre por sus escenas de sexo en el filme de Ang Lee, deshonra la memoria del Gran Timonel. Dicho y hecho: todas las escenas han sido eliminadas y su nombre borrado de los títulos de crédito.
Es buen palo para Tang, quien llevaba tres años apartada del panorama cinematográfico chino precisamente por sus tórridos revolcones en Deseo, peligro y que veía ahora su rehabilitación política con esta aparición. “El papel de Tang fue suprimido porque los expertos tenían dudas sobre el rigor histórico de su personaje”, expresó Gao Jung, subdirector de la New Film Association, en la que parece ser la versión oficial.
China ha cambiado mucho en los últimos 90 años. Tanto que, asociar hoy el término comunismo al país asiático es un ejercicio de fe. Sin embargo, pocos esperaban que el país estuviera tan cambiado como para permitir que General Motors, símbolo del capitalismo americano, se convirtiera en patrocinador de La fundación de un partido. Paradojas de la globalización, las estrellas de la película están realizando su campaña de promoción por todo el país a bordo de lujosos Cadillac SLS, marca propiedad de General Motors, de la que, para más chanza, el Gobierno de EEUU posee un 33% del capital desde la crisis de 2009. Por supuesto, ninguna de estas controversias ha tenido eco en los medios de comunicación chinos, volcados como andan en que nada empañe la gloria del Partido.

Pinceladas sobre el comunismo chino

La larga marcha de Mao Tse Tung hacia el poder

Alain Roux. Le Monde diplomatique // EL ATLAS HISTÓRICO // Historia crítica del siglo XX.
La conquista del poder por Mao se desarrolla en tres etapas. La primera se corresponde con la Larga Marcha (15 de octubre de 1934 - octubre de 1935) y con el estallido de la guerra de resistencia contra Japón. Desde agosto de 1927 y la revuelta de Nanchang, los comunistas se sublevan contra los nacionalistas y constituyen varias bases revolucionarias. La más importante se encuentra en las montañas del sur de Jiangxi, donde se formó el gobierno soviético chino presidido por Mao Tse Tung en 1931.
Tras haber resistido a cuatro campañas de exterminio lanzadas por Chiang Kai-shek y el Kuomintang, los comunistas de Jiangxi evitan con dificultad ser abatidos por un quinto ataque en octubre de 1934 y fuerzan con éxito el bloqueo nacionalista. Un año más tarde, al término de una larga marcha de 12 000 km, tan sólo 7 000 supervivientes (de los 100 000 hombres con los que contaba inicialmente el Ejército Rojo) logran encontrar refugio en un pequeño soviet del norte: Shaanxi.

En enero de 1935, los jefes militares comunistas designan provisionalmente a Mao como número uno de este curioso partido nómada. Tras haber sido apartado de la dirección de PCCh desde agosto de 1932 por los ‘internacionalistas’, no se le puede imputar la responsabilidad de la derrota de la República soviética de Jiangxi y se le considera un líder creíble.
En diciembre de 1936, varios generales del Kuomintang secuestran a Chiang Kai-shek. A petición de Stalin, Mao interviene para liberarlo y los antiguos enemigos aceptan formar un frente unido contra Japón.
El 6 de noviembre de 1938, la promoción de Mao como jefe de PCCh es aceptada definitivamente  por el VI Pleno del Comité Central. Se lee un mensaje de aprobación de Stalin, que prefiere a un dirigente que no le guste pero que cuente con fuerzas importantes, que a Wang Ming, que regresaba de su refugio en Moscú.

La segunda etapa de la ascensión es la guerra chino-japonesa (7 de julio 1937 – 15 de agosto de 1945). El grueso de las ofensivas recibe el apoyo  de los ejércitos nacionalistas, a los que se han integrado formalmente las fuerzas comunistas. Mao procura que sus tropas se atengan a una guerra de guerrillas. Una estrategia reafirmada por la de los japoneses, que terminan por controlar sólo las ciudades y abandonan los pueblos (de donde han huido los dirigentes nacionalistas) en manos de los comunistas. Éstos crean entonces una alianza desigual con el campesinado del norte de China, al emprender una moderada reforma agraria. En 1945, mientras al PCCh celebra su VII congreso, el poder rojo se extiende sobre un territorio de 950 000 km2, habitado por 96 millones de personas.
Entre 1942 y 1945, Mao emprende un ‘movimiento de rectificación del modo de trabajo del Partido’ (zheng-feng), que apunta a unificar el PCCh en torno a su ‘pensamiento’, presentado como una adaptación de los valores ‘universales’ del marxismo-leninismo a las realidades chinas. El resultado de esta campaña, en ocasiones muy difícil, es el afianzamiento de Mao como líder todopoderoso en 1945: obtiene el derecho de veto sobre todas las decisiones del PCCh. A partir de ese momento, su ‘pensamiento’ que queda recogido, al mismo nivel que el de Marx, Engels, Lenin y Stalin, como uno de los fundamentos de la línea del Partido. Mao comienza a ser objeto de culto entre los campesinos.
Finalmente, la tercera y última etapa corresponde a la guerra civil que enfrenta a comunistas y a nacionalistas chinos entre mayo de 1945 y octubre de 1949. La relación de fuerzas es inicialmente favorable al kuomintang, que se impone en los combates hasta el otoño de 1947. Sin embargo, en el invierno de 1948, la derrota del partido nacionalista es absoluta e irrevocable. La elección de Chiang Kai-shek de Manchuria como campo de combate resulta ser un grave error: las tropas comunistas, comandadas por Lin Piao, reciben una ayuda discreta pero decisiva por parte del Ejército Rojo soviético. Por el contrario, el apoyo estadounidense a los nacionalistas favorece una propaganda comunista que los define como ‘sirvientes del imperialismo’ en el seno de una población que se siente humillada desde las ‘guerras del opio’.
El restablecimiento en las zonas rurales del antiguo orden ‘feudal’ por parte de los ejércitos nacionalistas (victoriosos durante un tiempo) contrasta con la reforma agraria realizada por los comunistas  y contribuye en mayor medida al aislamiento del Kuomintang, que ya se enfrentaba en las ciudades a una violenta oposición de las víctimas de la galopante inflación: proletarios, empleados y estudiantes. Los intelectuales, sin demasiada ilusión por los comunistas, son considerados más bien como un mal menor.
Se podría decir que fueron los ejércitos, y no las clases, los que protagonizaron la revolución china. No obstante, sin la infantería proporcionada por los campesinos, Mao no hubiera podido ganar la guerra.

¿Algún film?
Balzac y la joven costurera china
A principios de los 70, mientras China sigue estando bajo el yugo de la Revolución Cultural, Luo y Ma, hijos de intelectuales considerados por el aparato del partoio como 'enemigos del pueblo', son enviados para su reeducación a una región perdida de los confines del Tibet. Un día, conocen al anciano sastre y a su encantadora nieta. Luo se enamora perdidamente de la joven costurera y decide educarla contándole historias inspiradas en los melodramas chinos y en la películas norcoreanas. Luo y Ma se hacen rápidamente con una reputación de narradores eméritos, hasta que la materia prima de sus relatos comienza a escasear. La joven costurera confiesa que un tercer joven, el Gafotas, hijo de un escritor y una poetisa de bastante renombre, esconde debajo de la cama, una maleta llena de novelas extranjeras.
La joven costurera, Luo y Ma deciden robar la maleta, escondite de una literatura eminentemente subersiva y, evidentemente, prohibida. El descubrimiento tendrán que guardarlo en el más absoluto de los secretos.

El último bailarín de Mao
En pleno caos de la Revolución Cultural China, Li Cunxin tiene que dejar a los suyos, una familia de campesinos, para embarcarse en un asombroso viaje que acabó encaminándole hacia la libertad y el triunfo personal. La película nos relata cómo Li supera la adversidad, y descubre sus habilidades naturales y su gran talento como bailarín clásico. Para ello, no sólo tuvo que lidiar con sus propias limitaciones físicas, sino también con el castigo que le impuso el desconfiado gobierno chino tras su deserción a Estados Unidos.


viernes, 3 de febrero de 2012

La costurera de la igualdad raciacial. Rosa Parks

Rosa Parks, la mujer negra que desafió a la América blanca
En 1955, Parks se negó a ceder su asiento en un autobús público de Alabama e impulsó el fin de la segregación racial en EEUU
JESÚS CENTENO// 09.12.2007 21:11
En 1955, Rosa Parks tenía 42 años. Afroamericana, natural de Montgomery, Alabama, e hija de un carpintero y una maestra de escuela. De profesión, costurera. Pero además, secretaria y ayudante en la Asociación Nacional para el Avance del Pueblo de Color.
En aquellos años, los negros sufrían en EEUU la humillación -especialmente en el sur- de no poder compartir con los blancos los mismos lugares públicos: escuelas, restaurantes, salas de espera... la segregación llegaba al punto de que en los baños se mostraban letreros de ‘sólo blancos’ o, directamente, ‘negros no’. Las leyes Jim Crow, heredadas de la esclavitud del siglo XIX, fueron diseñadas para que los afroamericanos se sintieran inferiores y así mantenerlos marginados de la sociedad.
Gente como Rosa Parks tenía claro que las cosas podían cambiar. El 1 de diciembre de 1955, cogió un autobús público para volver a su casa. Por entonces, los vehículos estaban señalizados con una línea: los blancos adelante y los negros detrás. Así, la gente de color subía al autobús, pagaba al conductor, se bajaba y subía de nuevo por la puerta trasera.
Parks se sentó en los asientos del medio, que podían usar los negros si ningún blanco lo requería. Cuando se llenó esa parte, el conductor le ordenó, junto a otros tres negros, que cedieran sus lugares a un joven blanco que acababan de subir. Éste ni siquiera había pedido el asiento, dijo después Parks en una entrevista a la BBC. Los otros se levantaron, pero ella permaneció inmóvil.
El autobusero trató de disuadirla. Debía ceder su asiento, es lo que marcaba la ley. Voy a hacer que te arresten, le dijo el conductor. Puede hacerlo, respondió ella. Cuando la policía le preguntó que por qué no se levantaba, contestó con otra pregunta: ¿Por qué todos ustedes están empujándonos por todos lados?
Mientras más obedecíamos, peor nos trataban, asegura Parks en sus memorias. Aquel día estaba fatigada y cansada. Harta de ceder. Por el lance del autobús, Rosa Parks pasó la noche en el calabozo, acusada de perturbar el orden público y pagó una multa de catorce dólares. Sin embargo, el caso trascendió y acabó por dar voz a los movimientos por el fin de la segregación que ya habían comenzado a hacerse notar.

ndignado y hastiado, un joven y desconocido pastor bautista llamado Martin Luther King organizó una oleada de protestas contra la segregación en los autobuses públicos de Montgomery que duró 382 días. Los treinta mil afroamericanos que participaron hicieron marchas de hasta nueve kilómetros, y cuando les preguntaban cómo se sentían, algunos respondían: Mis pies, cansados. Mi alma, ¡liberada!
Mientras, el caso Parks llegó a la Corte Suprema del país, que declaró que la segregación era una norma contraria a la constitución estadounidense, que declara iguales a todos los individuos de la nación. Un año después, el gobierno abolió cualquier tipo de discriminación en los lugares públicos.
Parks, que falleció en 2005 a los 92 años, continuó luchando durante el resto de su vida por los derechos civiles de los afroamericanos. En 1999, recibió la Medalla de Oro del Congreso de los EEUU.
Un film:
Criadas y señoras

 Ambientada en el Mississippi de los años 60, Criadas y señoras está protagonizada por Emma Stone, que interpreta a Skeeter, una chica de la buena sociedad sureña que regresa de la universidad dispuesta a convertirse en escritora. Pero decide entrevistar a las mujeres negras que se han pasado la vida trabajando al servicio de las grandes familias sureñas. Esto sembrará una verdadera revolución en su círculo de amistades y en una pequeña localidad de Mississippi. Viola Davis interpreta a Aibileen, la criada y mejor amiga de Skeeter, que es la primera en sincerarse para escándalo de sus amigas de la cerrada comunidad negra.

 A pesar de que Skeeter corre el peligro de perder a sus antiguas amistades, ella y Aibileen siguen trabajando en el proyecto y logran que más mujeres se atrevan a contar sus historias. Porque lo más curioso es que tienen mucho que decir. A medida que avanza la historia se van desarrollando amistades insólitas y surge una nueva hermandad femenina. Pero antes, los habitantes de la ciudad también tendrán que decir algunas cosas al verse arrastrados de forma irremediable a un mundo que está a punto de cambiar para siempre.


jueves, 2 de febrero de 2012

El genocidio francés y las semillas del imperialismo belga

La justicia francesa revisa el origen del genocidio en Ruanda

Una pericia atribuye a los extremistas hutus el atentado contra el avión del prsidente de la misma etnia

ELPAIS.COM // Miguel Mora // París //11.01. 2012

El 6 de abril de 1994, un misil derribó el avión del entonces presidente de Ruanda, Juvénal Habyarimana. La muerte del líder hutu abrió cuatro meses de locura y persecución por parte de los extremistas de esa misma etnia, que asesinaron a 800.000 tutsis y a miles de hutus moderados. Tras la denuncia presentada en 1998 por las familias de la tripulación francesa del avión, en 2006 un juez francés atribuyó el asesinato de Habyarimana al Frente Popular Ruandés, la milicia tutsi dirigida por Paul Kagamé, que hoy gobierna el país africano, lo cual provocó tres años de ruptura de relaciones entre París y Kigali. Cuando aquel juez, Jean-Louis Bruguière, se retiró de la magistratura, la justicia francesa reabrió el caso y siguió investigando, esta vez sobre el terreno. Ahora, un informe de seis expertos enviados a Ruanda por los jueces Marc Trévidic y Nathalie Poux ha dado la vuelta a la versión oficial, y atribuye a los propios extremistas hutus el asesinato de su presidente, que aparece ahora como la excusa que hizo posible iniciar un genocidio muy bien planificado desde 1991 bajo la mirada cómplice de París.



La pericia judicial se basa en análisis balísticos, acústicos, de explosivos, cartográficos y de navegación aérea, y determina, 18 años después de sucedidos los hechos, que es prácticamente imposible que los rebeldes tutsis dispararan los dos misiles SA-16 de fabricación soviética contra el avión presidencial, ya que el lugar de donde partieron los disparos fue el campamento militar de Kanombé.

Aunque el informe no es concluyente al 100% sobre el autor real de los disparos, dado que Kanombé estaba entonces bajo control de las fuerzas gubernamentales y la guardia presidencial, resulta difícil pensar que fueran los tutsis quienes lo hicieran.

La resolución ha tenido gran eco en Francia, quizá porque la historia judicial del atentado contra el Falcon 50 prestado por París a Habyarimana ha estado marcada hasta ahora por un vergonzante consenso político, ese cinismo oficial mejor codificado aquí como ‘Razón de Estado’.

Los hechos, y la salvaje limpieza étnica que vino después, sucedieron en plena cohabitación entre François Mitterrand y Edouard Balladur, y la sentencia dictada en 2006 por el juez antiterrorista Bruguière contra siete correligionarios de Paul Kagamé fue recibida con enorme escepticismo por las ONG y los organismos internacionales, que la consideraron fruto de las presiones y componendas de la izquierda y la derecha francesas.

La primera confirmación oficial, aunque sea todavía parcial, de la inocencia de los tutsis en el asesinato de Habyarimana es “histórica”, según escribe Libération, porque “devuelve el honor” a la justicia francesa y pone fin a la “infamia” de quienes durante años acusaron sin pruebas a Kagamé de haber favorecido el genocidio de los tutsis, y de quienes negaron ese genocidio, considerado por la ONU como el tercero más grave de la historia.



Un informe de seis expertos enviados a Ruanda ha dado la vuelta a la versión oficial y atribuye el atentado a los extremistas hutus. Según Le Monde, la tesis avalada por la primera investigación no se basaba en hechos, si no en las tesis sostenidas ante el juez y la opinión pública por testigos, periodistas, sociólogos, soldados y medios más o menos interesados en Ruanda, algunos de los cuales, como el propio juez Bruguière, jamás habían puesto un pie en el país africano. En 2009, una investigación del ejército británico avanzó ya este mismo resultado.

Junto a la nueva verdad oficial, es necesaria una revisión histórica de la intoxicación negacionista puesta en marcha por el establishment francés, afirma también Libération. La ministra ruandesa de Asuntos Exteriores, Louise Mushikiwabo, ha declarado que “ahora está claro para todos que el atentado fue un golpe de Estado organizado por los extremistas hutus y sus consejeros. Con esta verdad científica”, ha añadido, “los jueces han cerrado brutalmente la puerta a 17 años de campaña de negación del genocidio”.

El genocidio ruandés en datos:

800.000 personas de origen tutsi y miles de hutus moderados fueron asesinados en cuatro meses

200.000 personas participaron en la ejecución del genocidio

250.000 mujeres fueron violadas

Un millón de niños quedaron huérfanos tras la masacre

6 de abril de 1994: El avión del presidente Juvenal Habyarimana es derribado e inicia el genocidio

22 de junio de 1994: Inicia la Operación Turquesa, una misión humanitaria para detener el genocidio, encabezada por Francia y autorizada por el Consejo de Seguridad de la ONU


El film:

Hotel Rwanda

A unas horas de la firma de un convenio de paz entre hutus y tutsis –respaldado por la ONU– en el Hotel Mille Collines (Kigali, Ruanda), que regenta Paul Rusesabagina, pequeños acontecimientos empiezan a perturbar la cotidianeidad del país. Soldados hutus instigan por radio a "erradicar la invasión asesina de los tutsis". Paul Rusesabagina es hutu y director del hotel Mille Collines, propiedad de las aerolíneas belgas Sabena. Respetado por su generosidad, su carisma y los contactos que tiene, se ve involucrado en el transcurso de los acontecimientos cuando amenazan a su mujer tutsi, a sus hijos y vecinos con la muerte y logra sortear los primeros obstáculos mediante el soborno, con la esperanza de que las fuerzas internacionales lleguen en cualquier momento para evitar la guerra civil. Sin embargo, la situación se recrudece.

Tras el asesinato del presidente ruandés, comienzan las matanzas indiscriminadas de tutsis a manos de los soldados y ciudadanos hutus. Paul logra proteger a los suyos en el hotel, al que empiezan a llegar miles de personas pidiendo auxilio. Mientras un joven cámara, reportero de la BBC, asiste al espectáculo dantesco y Paul hace uso de todos los recursos y sobornos posibles para mantener con vida a los tutsis refugiados en el hotel, las fuerzas internacionales llegan a Ruanda pero sólo para evacuar a los ciudadanos blancos y devolverlos a sus países de origen y con órdenes de no intervención. Paul, armado de coraje, con la ayuda del coronel Oliver de la ONU (defraudado por el comportamiento internacional), logrará cobijar y proteger primero, y salvar después, la vida de miles de personas que confiaron en él. Se compromete consigo mismo para proteger a su mujer tutsi, Tatiana, a sus hijos y a los 1200 vecinos tutsis que, atemorizados y amenazados, llegan al hotel pidiendo auxilio y protección, cuando las fuerzas internacionales no ofrecen intervención ni ayuda a los perseguidos.