La masacre de Tiananmen
OBSERVADORGLOBAL.COM / Alejo Moñino / 04.06.2009
La noche del 4 de junio de 1989 el gobierno chino
puso punto final a una serie de manifestaciones que ponían en riesgo su
continuidad. La plaza Tiananmen fue el escenario de una carnicería. Jamás se
supo la cifra exacta de muertos y a 20 años el gobierno sigue minimizando los
hechos. La detención de un soldado arrepentido que dio detalles de la masacre
reaviva el debate.
A
mediados de abril de 1989, algunos estudiantes chinos críticos del gobierno
comenzaron a concentrarse en la plaza de Tiananmen, en Beijing. En pocas
semanas, comenzaron a llegar más estudiantes, a los que se sumaron
trabajadores. Los manifestantes creían que el gobierno comunista chino era
demasiado opresivo y protestaban espontáneamente. Con el paso de los días el
número de manifestantes crecía y se extendía en sus demandas, exigiendo al
gobierno la implementación de un sistema político más abierto y el fin de la
corrupción.
El
gobierno comenzó a pedir la disolución de las protestas, generando mayor
confluencia de manifestantes en la plaza y provocando diferencias en el seno
del Partido Comunista acerca de cómo proceder. El ala dura se impuso logrando
que se decretara la ley marcial: las protestas no podían seguir creciendo. El
gobierno estaba en juego.
Las
tropas del Ejército se movilizaron para disolver la protesta. Los estudiantes
se opusieron a que las tropas se acercaran demasiado. Un joven desafió a uno de
los tanques obligándolo a retroceder. Su imagen, captada por Jeff Widener, un
miembro de Associated Press, dio la vuelta al mundo.
En 40
años de comunismo, la plaza de Tianamnen jamás había protagonizado una protesta
tan multitudinaria. Cuando los manifestantes llegaron a un millón de personas,
el gobierno decidió no esperar más, y la represión estalló. Durante la noche
del 3 de junio los tanques se abalanzaron sobre la gente, y los efectivos del
Ejército comenzaron a disparar sin previo aviso. Cientos de manifestantes, tal
vez miles fueron asesinados.
Comenzamos a evacuar la plaza cuando
vimos una hilera de tanques que avanzaba hacia nosotros. Uno de los tanques
aplastó a 11 estudiantes. Eso lo vi con mis propios ojos, recuerda Zhang Boli, un ex líder
estudiantil. El momento que nunca
olvidaré es cuando escuché los primeros disparos. Recuerdo que miré al cielo y
vi la trayectoria de las balas. Nos estaban disparando con balas de plomo,
rememora Han Dong Fan, un ex estudiante que no puede borrar de su cabeza las
imágenes de aquella noche trágica.
El gobierno jamás difundió las cifras oficiales de muertos. Diversos organismos
hablaron de entre 400 y 2600 pero las autoridades dijeron que nadie había
muerto en la plaza. La hipócrita declaración tuvo algo de verdad: la mayoría de
los estudiantes cayeron asesinados en las calles aledañas, alcanzados por las
balas policiales y militares mientras escapaban.
El
miedo ganó las calles de la capital durante los días siguientes. Miles de
estudiantes y activistas fueron detenidos, otros escaparon y se exiliaron en
otros países.
Dos
décadas después de la masacre, el gobierno chino sigue pensando que ese día se
actuó en el marco de la ley y se frenó a un movimiento contra revolucionario
que atentaba contra el gobierno y el Partido Comunista. Las autoridades
consideran que si el movimiento estudiantil hubiese triunfado, China se
encontraría sumida en el caos y sería el mendigo de la comunidad internacional.
Nosotros no buscábamos ese final. Éramos
patriotas que queríamos saber todo lo que nos contaban de Occidente: la
democracia, la libertad, otros métodos de gobierno, asegura Zhang Boli
desde el exilio.
Amnistía
Internacional y las Madres de Tiananmen,
un grupo que nuclea a los familiares de víctimas de la represión, exigen la
apertura de una investigación judicial independiente y la rehabilitación del
movimiento estudiantil.
Un
opositor exiliado, famoso porque desafió en público a uno de los líderes chinos
hace 20 años, no pudo regresar al país para confrontar al gobierno acerca de lo
que llamó la masacre del 4 de junio.
Policías
uniformados y de civil montaron guardia en la enorme plaza de Tiananmen y los
periodistas extranjeros no pudieron llegar al lugar. Agentes de seguridad, que
verificaban pasaportes, también impidieron que fotógrafos y camarógrafos de TV
extranjeros entraran a la plaza para grabar el izamiento de la bandera china,
que se hace todos los días al amanecer.
Las
medidas extraordinarias de seguridad llegaron luego de que censores del
gobierno cerraron el acceso a redes sociales y sitios de publicación de
imágenes en Internet, como Twitter y Flickr, y suspendieron las transmisiones
de canales de noticias extranjeros como CNN cada vez que mostraban historias
sobre Tiananmén. Los disidentes conocidos fueron obligados a quedarse en casa o
a dejar Beijing, como parte de los esfuerzos del gobierno para evitar debates
en internet o actos conmemorativos organizados.
Fue en
Hong Kong donde decenas de miles de estudiantes de diferentes universidades de
la ex colonia británica recordaron la masacre en una vigilia de luz.
La
mascare de Tiananmen es un tema tabú para la sociedad china, que hoy está más
preocupada por su progreso económico, que por la revisión de su pasado cercano.
En el país no se consiguen las imágenes de la matanza y la mayoría de los
estudiantes actuales no saben lo que ocurrió hace algunos años en la plaza por
la que transitan todos los días.
No hay comentarios:
Publicar un comentario