Vida
y muerte del Tercer Mundo
Alain Gresh.
Le Monde diplomatique // EL ATLAS
HISTÓRICO. Historia crítica del siglo XX.Del
18 al 24 de abril de 1955 se reunieron en Bandung los representantes de 25
países del Sur recién independizados, entre los que se encontraban el chino
Zhou Enlai, el egipcio Gamal Abdel Nasser y el indio Jawaharlal Nehru. El
presidente indonesio Surkano, anfitrión de esta conferencia, evocó el congreso
constitutivo de la Liga Contra el Imperialismo, celebrado en 1927 en Bruselas y
que, por primera vez, había reunido a los representantes de los ‘pueblos de
color’: La reunión tenía lugar a miles de
kilómetros de distancia de sus hogares,
entre un pueblo extranjero, en un país extranjero de un continente extranjero. En
la actualidad, el contraste es enorme. Nuestras naciones y nuestros países ya
no son colonias. Somos libres, soberanos e independientes. Somos de nuevo
dueños de nuestra tierra.
George
Balandier, inventor en 1952, junto a Alfred Sauvy, de la expresión ‘Tercer
Mundo’, explicaba así su significado: No
se trata de definir un tercer conjunto de naciones, junto a los dos bloques
–capitalista y soviético- en guerra fría. No, era una referencia al Tercer
Estado del Antiguo Régimen, a esa parte de la sociedad que se negaba a no ser
nada, según el panfleto del abate Sieyés. Esta noción designaba, por tanto, la
reivindicación de las terceras naciones que querían inscribirse en la historia.
Inscribirse
en la historia de la que había sido expulsados y derrocar los imperios que se
habían repartido el planeta: ése era el sentido de las luchas que se
intensificarían en el siglo XX. En varias décadas y a través de combates a
menudo violentos, adquieren, en casi todos los territorios, su independencia
política. Pero ésa no era más que una etapa. El desarrollo, la recuperación de
las riquezas nacionales -cuyo momento álgido se alcanza en los años 1970 con la
nacionalización de la empresas petroleras- y un ‘nuevo orden económico
internacional’ fueron las consignas del movimiento de los no alineados, con
resultados moderados. La capacidad del Norte de mantener su hegemonía sobre la
economía mundial, el fracaso de las élites del Sur en la definición de un nuevo
modelo de desarrollo y el naufragio de la opción socialista, alimentaron de tal
forma la desilusión que en numerosos países recién independizados se instalaron
regímenes autoritarios y depredadores.
En
el cambio de milenio, estas desilusiones alimentan un discurso crítico que
pretende honrar el ‘papel positivo de la colonización’, e incluso justificar la
necesidad de un nuevo imperialismo occidental, proclamado por algunos
historiadores, como el británico Niall Ferguson y el francés Jacques Marseille.
No obstante, al mismo tiempo, se asiste al auge sin precedentes de países del
antiguo Tercer Mundo, desde China hasta Brasil, y desde la India hasta
Sudáfrica. Estos países, al renunciar a oponerse al capitalismo y a la
globalización, y aprovechando la apertura del comercio internacional y de las
deslocalizaciones, conquistan un lugar más importante en la economía mundial.
Dirigidos por élites formadas tras las independencias y basándose en un
discurso nacionalista, apuntan a desempeñar un papel cada vez más significativo
en la escena política y diplomática y a reconquistar los espacios que en el
pasado fueron suyos: a comienzos del siglo XVIII, China y la India garantizaban
el 80% de la producción manufacturera mundial.
No
obstante, un determinado número de países no han experimentado ese auge, por
múltiples motivos: guerras civiles, sobretodo en África, alimentadas por las
intervenciones extranjeras; elites autoritarias y corruptas, en particular en
el mundo árabe; orden internacional desigual y desfavorable hacia los más
débiles… El Tercer Mundo como entidad coherente y su expresión política, el
Movimiento de Países No Alineados, han dejado de existir.
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