Sobre
la centralización del conflicto de Oriente Próximo
Gilert Achcar.
Le Monde diplomatique // EL ATLAS
HISTÓRICO. Historia crítica del siglo XX.
Tras
la primera Guerra Mundial, se hace evidente el factor que determinará el
reparto de los restos del Imperio Otomano: el interés por el petróleo.
Asegurándose la mejor parte, el Imperio Británico toma el control de Irak, zona
petrolera, y de Palestina, salida hacia el Mediterráneo.
La
promesa que hizo lord Balfour al movimiento sionista en 1917 por la cual
facilitaría el establecimiento en Palestina de un hogar nacional para el pueblo judío se inscribe en la óptica
colonial de la época: el Reino Unido deseaba favorecer de este modo el
asentamiento de una colonia de población europea que, al depender
considerablemente de la protección británica, constituiría un bastión imperial
en Oriente Próximo. Pero este proyecto no tenía en cuenta la reacción árabe que
suscitaría dicha empresa. Las tensiones surgen en Palestina a partir de los
años 1920, con el progreso de la colonización sionista. Al término de la
Segunda Guerra Mundial, el Reino Unido se desentiende del conflicto y le confía
el caso a las Naciones Unidas. La partición de Palestina, con la creación de un
Estado judío en el 56% del territorio
de la Palestina del mandato, se vota en noviembre de 1947.
Los
enfrentamientos entre árabes y judíos se convierten entonces en conflicto
regional, y los Estados limítrofes entran en guerra tras la proclamación del
Estado de Israel el 14 de mayo de 1948.
Al final de la primera guerra árabe-israelí, en 1949, Israel controla el 78%
del territorio de Palestina -despojado de la gran mayoría de sus habitantes
árabes, que han sido expulsados o se refugian fuera de la zona de combate, sin
estar nunca más autorizados a regresar a sus hogares. Durante una primera
etapa, el nuevo Estado teje unas relaciones privilegiadas con Francia sobre
todo, así como con el Reino Unido. Con la ayuda de estas dos potencias, ataca
Egipto, a raíz de la nacionalización de la Compañía del Canal de Suez en 1956.
Esta agresión tripartita es bloqueada por la acción convergente de Washington y
de Moscú.
Hacia
mediados de los años 1960 y ante la creciente oleada de nacionalismo árabe
aliado de Moscú, Washington hace de Israel un aliado estratégico, incrementando
su apoyo financiero y militar. En junio de 1967, durante la Guerra de los Seis
Días, Tel Aviv asesta un golpe fatal a los dos regímenes árabes más
radicalmente opuestos a Estados Unidos: Egipto y Siria. Al mismo tiempo, el
joven Estado acaba por adueñarse del territorio de la antigua Palestina del
mandato, provocando el problema de los territorios
ocupados que se suma al de los refugiados de 1948.
La
cuarta guerra árabe-israelí, llamada del
Yom Kipur o del Ramadán, en
octubre de 1973, termina con una modificación crucial de la situación
estratégica en Oriente Próximo: el presidente egipcio Anuar el Sadat, tras
haber roto relaciones con Moscú, asienta su país bajo la influencia
estadounidense y firma una paz separada con Israel. Sin embargo, Estados Unidos
no consigue establecer su presencia militar masiva en el corazón de la zona
petrolífera de Oriente Próximo hasta 1990, con ocasión de la crisis del Golfo.
Tras la derrota de Irak en 1991, George H. Bush aborda la regulación de la
cuestión palestina, tal como se había comprometido ante los colaboradores
árabes de la coalición; le presión de Washington a favor de un proceso de paz irrita a Tel Aviv, y las
relaciones entre Israel y Estados Unidos experimentan su tensión más fuerte
desde los años 1950. De este acontecimiento surgirán los acuerdos de Oslo de
1993 entre Palestina e Israel.
El
fracaso de este proceso en el año 2000 coincide con la elección de George W.
Bush. La invasión de Irak en 2003, el estancamiento de Estados Unidos en el
Golfo y su prolongada intervención en Afganistán realzan la importancia del
aliado israelí. Desde 2001 hasta 2010, este tiene campo libre para su
enfrentamiento con los palestinos.
Los
fracasos militares de Estados Unidos han dado lugar a una tesis que atribuye su
invasión de Irak, que se estima contraria, a su interés nacional, a la influencia del lobby pro-israelí. A esta idea se oponen, por un lado, el hecho de
que el gobierno de Ariel Sharon intentara convencer a la Administración de Bush
de que atacase Irán; y, por otra parte, el que los halcones de dicha
administración, partidarios de la perpetuación del imperio estadounidense en
este siglo de agotamiento de las reservas petroleras mundiales, estuvieron
preparando durante mucho tiempo la
invasión de Irak.
Un
film:
Paradise Now
Khaled
y Said son dos jóvenes palestinos, amigos desde la infancia, a los que reclutan
para llevar a cabo un atentado suicida en Tel Aviv. Después de una última noche
con sus respectivas familias, de las que no les está permitido despedirse,
parten hacia la frontera con explosivos pegados al cuerpo. Sin embargo, nada
sale como estaba previsto y una serie de contratiempos les obliga a separarse.
Entonces tendrán que replantearse su vida y sus convicciones.
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